El pasado viernes realizamos la actividad del árbol de los deseos. En ella decoramos cada uno una hoja y en ella pedimos nuestros mejores deseos, deseos que no tienen botones, ni pantallas, ni ruedas. Nuestros deseos nacen de nuestro interior, de esa pequeña máquina que cada día nos hace palpitar, la que nos hace sentir, y esos no son otros que los de volver a abrazar, a besar, a sentirnos cerca, a sentir esa caricia que consuela lo amargo, el deseo de salir victoriosos de esta batalla que aún libramos. Yo como tutor y ellos como alumnos y alumnas estamos seguros de que juntos lo lograremos.
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